SEGUIDORES DE JESÚS Y MARIA

del sable a la cruz, vence tú también..., a la muerte...

jueves, 10 de junio de 2010

Aprovechemos el Stress

Daniel Goleman exitoso filosofo y autor del gran best seller, la "Inteligencia emocional", ha explicado con excelente rigor académico cómo aprovechar esas fuerzas instintivas, ese canal que llamamos stress, para aplicarlo a nuestro favor.

Debo decir y en total concordancia con Goleman que este mensaje aunque en forma diferente no es nada nuevo para el cristianismo o para el budismo. Saludo pues este estudio enriquecedor y pongo en paralelo una práctica que para el cristiano y para el practicante de zen, y para el budista en general resulta muy similar , aunque por su puesto con una antiguedad mucho mayor.

Para el cristiano, "la mortificación", para el budista "la eliminación del ego". Todo esto nos da como consecuencia una vida más plena, una vida que le saca el jugo a la vida, una vida que saca partido del momento y que en el trajín diario, nada es accesorio. Finalmente nos hacemos más conscientes de nuestras acciones y somos capaces de leer signos, señales, que con el trajín del día no podemos captar.

No se trata de algo metafísico, es sencillamente ser más consciente. Es como el ciego que ante la ausencia visual , desarrolla otras habilidades perceptivas, intuitivas.

La mortificación, la eliminación del ego, saben aprovechar el stress a nuestro favor, son como oportunidades para en ese momento ver con claridad.
Esto requiere una inversión de tiempo. Si no nos miramos con frecuencia, si no intentamos ser conscientes del momento que vivimos, aún con la cólera, aún con el miedo, aún con la pena del momento y nos dejamos arrastrar, envolver por las emociones, hacerlas crecer como una bola de nieve en descenso, entonces estamos perdiendo la oportunidad de ver con claridad.

Tampoco se trata de en ese momento de stress, de ver televisión, salir de "shopping" ó distraerse, Se trata justamente de no distraerse, para ver que pasa con nuestro ego, con nuestro yo. Puede resultar tedioso, aburrido, duro, pero sólo en esa práctica dura, rigurosa podremos ver nuestro propio rostro. No el que creemos, ni el que opinan sólo los demás. Seremos con la practica más conscientes de nuestro yo y con ello un mar de posibilidades.

La mortificación, la disciplina zen, van de a pocos. Si intentamos hacer lo que hacen los maestros el primer día, pronto nos desanimaremos. Pero una práctica perseverante, un espíritu firme, generalmente duro y doloroso, como una vela que no se apaga, dan resultado muy satisfactorios.

Los resultados no se refieren a ese esfuerzo desmedido que se hace para lograr cada vez mayor confort y bienestar (que no es que sean malos per se), con toda la ansiedad, y angustia que generalmente todo ello trae. Los resultados se refieren sólo a "ver claro", Con ello estaremos más desapegados de nuestro ego, seremos más plenos y consecuentemente más abiertos a escuchar, a darnos a los demás.

Las privaciones, esfuerzos y disciplina rigurosa no apuntan pues exclusivamente a un resultado de acuerdo a nuestros intereses de confort y bienestar. La mortificación busca principalmente una disposición de nuestro espíritu para "ver claro" y con ello darse a los demás. La mortificación, al igual que la disciplina budista es un camino, una vía para ese darse a los demás y con ello desapegarse de nuestro ego.

La madre Teresa, decía que sufrimos mucho, porque estamos muy pendientes de nosotros mismos: "me gusta", "yo quiero", "yo necesito", "me cae mal", "me molesta". Es en esa entrega, cómo tantos otros grandes santos en que ella era sumamente felíz y tan desapegada de un yo neutralizador de una vida más plena, más rica en contenido, en todo.

Para el cristiano esa cruz, esa carga, tantas veces odiosa, es una gran oportunidad de colaborar con el reino de Dios aquí en la tierra, una oportunidad para limar nuestras asperezas, conocernos más y graduarnos como decía Victoria Santa Cruz (curioso su nombre y apellido por lo que trato), en la escuela de la vida.

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